Ulen es el suspiro de la naturaleza que anuncia el cambio. No es un dios de la destrucción, sino un heraldo, un intermediario entre la sequía y la fertilidad. Su presencia es un rito de paso, un preludio a la vida que la lluvia traerá. Él es el punto de quiebre, la tensión acumulada que libera la fuerza de los cielos.
Ulen representa la energía atmosférica y la humedad. Es el principio de la saturación y la convección, el momento en que las condiciones ambientales alcanzan un punto crítico. Su rol es la dinámica de la presión atmosférica que precede a las precipitaciones. Ulen es, en esencia, la anticipación de un fenómeno, el catalizador de la tormenta, la fuerza invisible que carga el ambiente antes de que el cielo libere su peso.
Así, Ulen no es solo un espíritu de la lluvia, sino la tensión acumulada del aire, un ente que se siente en la atmósfera, en el cambio de la luz y en el presagio de la tormenta. Su existencia es un poema sobre la acumulación y liberación de la energía que se esconde detrás de los cambios del clima.
