Koshménk es el fantasma de la causalidad. Es la sombra de lo que fue, el residuo que lo real deja en el plano de la memoria. Su presencia es un recordatorio etéreo de que nada desaparece del todo, sino que se convierte en un eco. No es un espíritu del dolor o la tristeza, sino de la persistencia del ser a través del tiempo.
Koshménk representa la naturaleza residual de los eventos y las acciones. Es la manifestación de la entropía de la información, el desvanecimiento de un suceso en la conciencia colectiva. Su rol es el de ser el testigo pasivo de lo que ha sido. Koshménk es, en esencia, la huella temporal, la marca que las vidas y los eventos dejan en el tejido del mundo, un eco que no se escucha, pero que se siente.
Así, Koshménk es el silencio que sigue al grito, la ausencia que define la presencia. Es el espíritu que te recuerda que todo lo que sucede deja un rastro, una sombra que permanece.
